Di Frenna Arquitectos
Colima, México.
573 m2
2021-2024
Lorena Darquea
En el corazón de un paisaje donde la naturaleza reclama su protagonismo, se levanta un proyecto arquitectónico que no solo responde a las necesidades de su habitante, sino que también dialoga con el entorno en una armonía serena y contemplativa. El terreno, con su majestuoso árbol de Parota como centinela, se convierte en el lienzo donde la arquitectura dibuja espacios que trascienden lo cotidiano para convertirse en escenarios de vida plena.
La decisión de alinear la construcción con la vista principal del terreno no es meramente un gesto práctico; es una declaración de principios. La arquitectura, aquí, es un medio para enmarcar lo esencial: la conexión con la naturaleza y el respeto por los ritmos del entorno. Cada apertura, cada línea de visión, se orienta hacia ese espacio posterior, donde el verdor y la sombra de la Parota ofrecen un refugio visual y espiritual.
La solución arquitectónica parte de una premisa clara: abrir las vistas hacia la naturaleza, permitiendo que los espacios interiores se impregnen de luz y vida. Así, el proyecto adopta una planta lineal que despliega los espacios importantes en una secuencia fluida, donde lo interior y lo exterior se entrelazan en una danza de claroscuros. El diseño no es una mera respuesta funcional, sino una interpretación sensible de las necesidades del cliente, una que encuentra en la compañía de amigos y familiares un aliento constante.
La disposición de los espacios refleja esta dualidad: lo íntimo y lo social coexisten sin conflicto, cada uno con su lugar y su propósito. La planta baja se convierte en un microcosmos donde el día a día del habitante se desenvuelve con naturalidad. Desde un umbral se accede a un recibidor de doble altura, un preludio que sugiere la magnitud y elegancia del interior. Las escaleras hacia la planta alta, con su ventana que enmarca el jardín, invitan a la reflexión, mientras que la división en dos secciones —privada y pública— permite una convivencia armoniosa entre el resguardo personal y la apertura al encuentro.
En la sección privada, la recámara principal, con su baño y vestidor, se abre hacia un jardín interior, un espacio donde la intimidad se encuentra con la naturaleza en un abrazo sutil. La recámara de visitas completa esta área, pensada para ofrecer confort y privacidad tanto al residente como a sus invitados.
La parte pública, por su lado, se despliega en un juego de alturas que enfatiza la importancia de la sala y el comedor, espacios destinados a la socialización y el compartir. La conexión con el exterior se prolonga a través del desayunador y la cocina, que desembocan en una terraza, un rincón donde las primeras luces del día se disfrutan con calma.
En la planta alta, las recámaras de visitas con baño y vestidor, junto con una terraza adicional, ofrecen un refugio para quienes vienen a disfrutar de la hospitalidad del anfitrión.
Los tonos claros y cálidos elegidos para el interior no son sino un reflejo del carácter del cliente: sobrio, elegante, pero con una calidez que acoge. Las vigas y elementos de madera, así como los muebles fijos y los muros recubiertos de piedra, no son meros componentes constructivos; son una reinterpretación del paisaje que habita fuera, una extensión tangible de la naturaleza que se cuela en cada rincón del hogar. Estos materiales, cuidadosamente seleccionados, evocan la textura, la robustez y la calidez del entorno, creando una continuidad entre lo exterior y lo interior que enriquece la experiencia sensorial del espacio.
Aquí la arquitectura se convierte en una narración del día a día que honra tanto al habitante como al entorno que lo rodea.
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